Claves para tener un registro correcto y planificar su uso de la manera más eficiente
El dinero interviene en nuestras vidas diarias de una manera casi constante. La plata que ganamos y gastamos es una fuente rica de datos sobre cómo vivimos qué se puede medir y procesar. Y con esa información tomar decisiones que nos ayuden a tener un mayor equilibrio y hasta beneficios que no conocíamos. Como no soy la más ordenada del mundo con el tema, hablé con el economista Ezequiel Baum, fundador de la consultora Trainer Financiero y autor del libro Ordená tu economía (Aguilar), pensado para mejorar la forma en la que nos manejamos con el dinero, para orientarme y tener un mejor registro y uso. Estos fueron los cuatro consejos para llevar a la práctica:
- Conocer mi costo de vida. La mayoría de las decisiones económicas que configuran nuestro estilo de vida son inconscientes o impulsivas. “Este relevamiento puede ser tedioso como el conteo de calorías, pero nos invita no sólo a reflexionar si todo eso en lo que gastamos nos sirve (o nos hace felices), sino también si es posible obtener esos bienes y servicios a mejores precios o cambiar hábitos para tener un presupuesto más equilibrado”, explica. Si sumamos para un período determinado el valor de todo eso, conoceremos cuánto nos cuesta vivir y podremos evaluar si es posible vivir igual de bien más barato o gastar lo mismo y vivir mejor.
- Contar con un presupuesto personal para orientarnos. Si nuestros ingresos tienen un número concreto, nuestros gastos, en teoría, no deberían salirse demasiado de esa órbita. En economía lo llaman Restricción Presupuestaria. Sin embargo, sin una planificación prolija, gracias al acceso al endeudamiento que nos posibilitan las tarjetas de crédito, podemos elevar nuestro nivel de vida varias veces más por encima de nuestras posibilidades. El problema es saldar todo eso cuando llegue el resumen. “Si pagamos en muchas cuotas sin interés motivados por vivir cada día al límite, lo más probable es que apilemos cuotas más allá de nuestra capacidad financiera. De ahí al pago mínimo hay un trecho muy corto”, explica.
- El dinero quieto es un mal hábito. Muchos de nosotros tenemos dinero depositado en el banco o en casa sin que este tenga un destino claro. No se trata de una suma de dinero que podría funcionar como un Fondo de Reserva, sino plata que está perdiendo oportunidades. “Todo el dinero que tenemos puede generar algo de dinero extra si sabemos administrarlo, conocemos los riesgos y el momento en el que creemos que lo vamos a necesitar. Incluso el dinero que usamos a lo largo del mes, podemos colocarlo en fondos comunes de inversión súper líquidos y generar ingresos adicionales de corto plazo. En un mes puede parecer poco, en un año puede ser una diferencia muy interesante y gratis”.
- Cultivar el hábito de la registración. Saber cuánto ganamos y cuánto gastamos en un período determinado nos puede dar un dato fundamental: saber cuánto podemos ahorrar. En la medida que seamos minuciosos y no subestimemos gastos hormiga (que en el día a día parecen mínimos pero que en un año pueden sumar miles de pesos) vamos a identificar cuánto de nuestro ingreso anual puede ser usado para objetivos de más largo plazo como cambiar el auto, mudarnos o juntar dinero para un emprendimiento. “Si orientamos nuestros esfuerzos de ahorro para alcanzar una meta que tiene un precio (o simplemente queremos ahorrar una cifra) vamos a poder darle seguimiento al impacto que tienen nuestros gastos en la posibilidad de alcanzar más temprano (o más tarde) ese objetivo”, cierra Baum. Bueno, tengo tarea en cada uno de los cuatro puntos, orden, registro, pensar qué hacer con un pequeño ahorro y armado de presupuesto. Manos a la billetera.