Vinton Cerf: “En 2020 el 80% de la humanidad estará conectada a Internet”

Uno de los padres de Internet habló con LA NACION; entusiasmado con el avance de la tecnología al servicio de la salud, también advierte sobre una “oscura era digital” en la que usuarios, gobiernos y empresas deberán trabajar en mejorar la privacidad y seguridad de Internet de las Cosas.

Jefe de Evangelización de Internet es la descripción que más le gusta. Aunque también es Vicepresidente de Google, ganador del Premio Turing al aporte trascendental en Ciencias de la Computación y está considerado uno de los “padres” de Internet.

Vinton (Vint) Gray Cerf es una de las voces más autorizadas del mundo para analizar el impacto del avance de las tecnologías en la vida de las personas. En el año 1973 y como empleado del departamento de Defensa de los EEUU, Cerf (que entonces tenía 30 años), cocreó junto a Robert Kahn el protocolo TCP/IP que permitió que las computadoras alejadas entre sí se pudieran comunicar en forma confiable, y usando una red descentralizada, creando así las bases fundamentales de la Internet que hoy llega a casi cuatro mil millones de personas en el mundo.

A través de una videoconferencia que unió San Francisco con Buenos Aires casi sin interferencias, Cerf conversó con LA NACION en el marco del lanzamiento de becas de Google para investigadores científicos latinoamericanos. Vestía un elegante traje de tres piezas, una marca personal con la que se lo reconoce en todo el mundo. Un cordón con un chip colgaba de su cuello. Es su llave de “doble autenticación”, que usa para darle seguridad a sus comunicaciones. Explicaba sus ideas con la didáctica de un maestro y metió chistes cada vez que pudo.

Cerf ha advertido en reiteradas oportunidades sobre una “Era Digital Oscura” en la que se perderá mucho contenido digital.

-¿Cuáles son sus principales preocupaciones referidas al desarrollo de internet?

-Me preocupa la fragilidad de las infraestructuras en las que confiamos. Estamos a punto de ser invadidos por miles de elementos conectados: la Internet de las cosas en la casa, en la oficina, en el auto. La tecnología se nos hace muy cercana y confiamos mucho en ella, porque lo asumimos como natural. Bueno, todo eso es software. Y como es software tiene errores (bugs) y no siempre trabaja como lo esperamos.

Dos temas referidos a esto. Nos tenemos que asegurar que los que hacen estos dispositivos y quienes los conectan sepan cómo arreglar esos errores ( y esto, claro, incluye a Google). Y segundo, necesitamos que el público en general esté preparado para que estos sistemas no siempre cumplan con lo esperado y puedan reconocer esos fallos y actuar en consecuencia. Por eso en el desarrollo de internet hay muchos puntos clave: confianza, seguridad, privacidad y usabilidad, entre los principales. La obsolescencia del software y hardware y el resguardo de nuestros recuerdos, por ejemplo. Nosotros, las personas de tecnología, tenemos que pensar y trabajar seriamente porque son cosas que las personas usan en sus vidas diarias.

-Parecería que tanto compañías como los individuos reaccionamos una vez que hubo una vulnerabilidad o pérdida de información…

-Este es un punto muy debatido por estos días, las personas tienen que saber cómo usar internet de una manera más segura. Por ejemplo, cuando entrás a tu Gmail necesitás loguearte para corroborar tu identidad. En Google usamos una tarjeta como segundo factor de autenticación, para usar el mail o entrar a lugares, tengo que poner este pequeño gadget en el USB de mi computador y decirle doblemente que soy yo.

La encriptación de la información, darle códigos que la hagan más segura, será cada vez más relevante. También que las personas puedan reconocer los mails maliciosos y que buscan robar información e infectar sus dispositivos. La comunidad técnica, gobiernos y empresas debemos discutir más sobre la seguridad de Android. En noviembre es el Congreso mundial de seguridad que se celebrará en México; podés estar segura que estaré ahí velando por trabajar en soluciones conjuntas.

Es muy importante también que la gente use tiempo y energía entendiendo la importancia de la encriptación y seguridad de su información en tiempos de conectividad permanente.

-¿No tenemos más privacidad o es una privacidad distinta?

Creo que es importante seguir pensando qué compartimos y conectamos a internet. Pensemos algunos ejemplos. En tu casa podrás tener sensores de biotemperatura que graban la temperatura de las personas y del ambiente y la controlan de manera autónoma. Si alguien accediera a esa información podría sacar conclusiones de cuántas personas hay en la casa, de cuándo salen y entran y de sus actividades y podrían usarla con fines maliciosos. Darle seguridad a esto es fundamental.

Por otra parte podrías tener sensores que avisen cuando se generan movimientos inesperados y conectar las cámaras de la casa con la policía, que podría actuar de manera más eficiente. Pero entonces acá se presenta un gran reto. Queremos que cierta gente tenga cierto acceso en ciertos momentos, y que el resto del tiempo no tenga acceso alguno. Trabajar en estos permisos, tecnologías y su seguridad es uno de los principales desafíos a desarrollar.

-¿Cuándo se conectarán a internet los casi tres mil millones de personas del mundo que hoy no tienen acceso?

-Tengo una predicción para hacerte. En el 2020 el 80% de la humanidad tendrá conexión a internet. La mayoría lo hará desde sus celulares; también aumentarán las conexiones hogareñas. Los que faltan se conectarán en la próxima década.

La razón por la que todavía no se han conectado es que el costo de comunicaciones y telecomunicaciones es todavía caro, pero eso está cambiando. En 1979 pagué dos mil dólares por mi computadora, carísimo. Hoy se puede acceder a una por 200 dólares. Es verdad que todavía es una barrera para muchos, pero los costos están bajando. Lo que pasó en 2007 con el smartphone y su adopción cambió todo, por eso estoy convencido que en 4 años tendremos un panorama bastante más conectado.

-Cada vez hay más información a la que acceder y esta no dejará de aumentar. Pero ¿cómo se desarrolla un pensamiento crítico para entenderla y seleccionarla?

-Esto es súper importante. Tenemos tanta información, mucha está mal, mucha es vaga y mucha tiene altísima calidad. El pensamiento crítico es una habilidad que sirve para todo. Poder analizar lo que tenés, ver si es valioso y separar lo importante de lo no importante.

Por ejemplo cuando vas a Wikipedia. Es muy interesante ver los desacuerdos que se producen en muchas entradas. Creo que es un excelente ejercicio para el pensamiento crítico mirar cómo se dan esas discusiones. Es educativo en sí mismo. El pensamiento crítico no sólo se debe enseñar en las escuelas sino especialmente en las casas. Es una gran oportunidad para preparar a los chicos y empoderarlos para el futuro.

-Visitó cinco países de América latina, incluida la Argentina a fines del año pasado. ¿Qué impresión se llevó?

En noviembre estuve en Brasil, Chile, Uruguay, Colombia y Argentina. Pasé tiempo en escuelas, universidades, charlé con profesores, alumnos y también con presidentes y empresarios. América latina está lista para explotar con sus ideas relacionadas a la tecnología, y eso es lo que le dije a nuestro board de directores apenas regresé de ese viaje. Están muy equipados, los niños y jóvenes tienen un uso muy ávido de tecnología, se sienten cómodos con ella.

Están trabajando en investigaciones muy relevantes para la humanidad, como la detección temprana de enfermedades como la diabetes, algo que me interesa especialmente porque la padezco, o sensores para estacionamientos, muy útiles para las ciudades del futuro. Hay una gran calidad en la formación de investigadores Por eso veo tan importante apoyar las investigaciones en ciencia y tecnología que impactarán en los empleos y PBI de la región.

-¿Es más difícil predecir el futuro ahora de lo que lo era en 1980?

A mis 20 años, en 1963, trabajé en los motores de las cohetes para llevar al hombre a la Luna y esperaba que en los 80 hubiera lanzamientos periódicos y también esperaba autos voladores. Eso no ha ocurrido, pero logramos encender internet en 1983 y mucho ha pasado desde entonces. Tenemos 40 años de experiencia ahora y la capacidad de cálculo que antes no teníamos. No estoy muy sorprendido de lo que vemos hoy, porque es lo que las tendencias nos fueron marcando; y creo que lo que veremos de ahora en adelante también tiene que ver con las tendencias actuales de inteligencia artificial e Internet de las Cosas.

Hace poco mi mujer compró un vehículo Tesla que se estaciona sólo en el garaje; es muy importante la cantidad de sensores que tiene adentro, especialmente para que no se choque con mi Jaguar que está estacionado al lado del de ella (risas). Hay varios premios multimillonarios que destacan la innovación, y están llevando al desarrollo de la salud y la vida diaria a lugares cercanos a lo que pensamos como ciencia ficción.

El robot más avanzado del mundo

El Hospital Escuela de Agudos Dr. Ramón Madariaga es el centroeferente de salud pública de la provincia de Misiones. Ubicado frente al Río Paraná, es el edificio mayor de los dieciséis que conforman el Parque de la Salud, un predio dedicado a la sanidad que además ofrece un hospital pediátrico y otro materno a punto de ser inaugurado. Hasta este centro de alta complejidad llegan más de 50.000 pacientes por mes de esta provincia, de las linderas y también del Paraguay.

Una vista aérea muestra su forma perfecta de hélice de tres aspas. Desde adentro, su centro espiralado permite, con sólo levantar la vista, ver la zona de consultorios externos, la capilla, el bar, la habitaciones y las oficinas administrativas. En el último piso están los quirófanos. Allí, todos los martes y jueves un grupo de cirujanos misioneros realizan intervenciones ginecológicas y urológicas con el robot más avanzado del mundo. “Mientras hacía mi residencia, hace siete años, en Florencia Varela, un cirujano nos contó sobre estos robots que en los Estados Unidos ya eran furor, y recuerdo pensar ojalá algún día pueda ver uno”, cuenta el ginecólogo David Rywaka (37), jefe del Servicio de Robótica del Hospital, en referencia al robot Da Vinci, un instrumento quirúrgico que permite realizar cirugías mínimamente invasivas y que dota de múltiples beneficios al paciente y al cirujano. Como una cirugía laparoscópica, pero mucho más avanzada, a través de pequeñas incisiones en el paciente se colocan tubos finos y flexibles por los que ingresan cuatro brazos robóticos que emulan con precisión milimétrica los movimientos que un cirujano realiza sobre una consola, a unos tres metros del paciente. No sólo la emulan, la mejoran y permiten realizar movimientos, cortes, suturas, extracciones e imágenes que no se pueden lograr de ninguna otra manera.

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El trío de cirujanos robóticos del hospital se completa con el ginecólogo Néstor Tappari (49) y con el jefe del Servicio de Ginecología, Juan José Carmona (62), quien, con más de 30 años en la institución, es el que mayores cambios en la atención ha experimentado y por eso remarca la importancia de contar con esta innovación: “Ofrece mayor precisión y mucho menor sangrado, la recuperación es casi inmediata, no hay dolor, esto es tener el gold standard mundial. Lo sabemos y por eso no podemos fallarle a este hospital”.

Para Rywaka, ellos tres son familia. Se nota su complicidad y una escucha fraterna mientras presentan su trabajo entre mate y mate. “Estamos todo el día juntos, y representamos a tres generaciones y eso nos aporta tres miradas distintas de las que aprendemos y nos alentamos. Las pacientes son muy humildes y poder darles esto es fantástico. Esto es lo lindo del hospital público”, continúa. Juntos han llevado a cabo más de 180 intervenciones con el robot en los últimos dos años, a las que se suman otras ochenta intervenciones del equipo de urología.

Que quien opera es un humano y no la máquina no es algo obvio para las pacientes ni para muchos colegas que aún creen que el robot es programable.

-Más de uno cree que le damos play y nos ponemos a armar un mate -se ríe Rywaka.

-Me preguntan mucho cómo puede ser que tengamos esto en Misiones. Más de uno cree que nos colgamos de las lianas -dice Tappari.

En el país hay cinco robots Da Vinci. Dos en el Hospital Italiano, uno en el Complejo Médico Policial Churruca, otro en el Hospital de Trauma y Emergencias Dr. Federico Abete-Malvinas Argentinas (en desuso) y éste en Posadas. Sólo diecisiete cirujanos cuentan en la Argentina con una certificación válida para operar con el robot, tras haber pasado por una capacitación que incluye trabajo en simuladores, horas de estudio de videos, operación en animales, capacitación en el exterior y, finalmente, una serie de intervenciones asistidas por un experto internacional que los acompaña en sus primeros procedimientos.

La dificultad para su masificación es que aún resulta muy costoso. En 2012, el hospital Madariaga invirtió ocho millones de pesos en su adquisición y hoy un equipo ronda los dos millones de dólares. Pero los beneficios impactan también en los costos de la institución. Una operación a cielo abierto (con corte en el abdomen) llevaba hasta cinco días de postoperatorio y riesgo de posibles infecciones; con la opción laparoscópica son unos tres días. Con el Da Vinci, en menos de 24 horas muchas pacientes pueden regresar a sus casas. El costo de internación está bajando mucho gracias a esto. “Esto es fundamental porque muchas dejan a sus hijos con un vecino, toman hasta tres colectivos para llegar y te cuentan que acceden a operarse porque pueden volver pronto con su familia”, describe Rywaka.

Martes, día de operación

Detrás de la puerta de zona restringida de quirófanos todos visten camisolines quirúrgicos celestes, barbijos, escarpines y cofias. Nos preparamos de igual manera, son las 11.40 y estamos listos. En el quirófano ya está lista la paciente. Se ven sombras detrás del vidrio esmerilado, enfermeras, instrumentadoras quirúrgicas, médicas y médicos trabajando sobre la sala, los instrumentos y la paciente. De ella sólo sabremos que tiene 63 años y que se someterá a un vaciamiento linfático de la cadena aórtica y a una histerectomía (extirpación completa del útero) por cáncer de endometrio.

Los tres ginecólogos llegan al quirófano luego de realizar otras intervenciones tradicionales que empezaron a eso de las 7. Rywaka sale a saludar y explica que podremos ingresar cuando esté todo listo para acercar el robot a la paciente. Esto ocurre una hora más tarde, pasadas las 12.40.

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Una vez adentro, Carmona viste una cofia roja y está parado al lado de la pantalla donde dibujará y marcará con un lápiz óptico zonas que David tendrá que abordar. Tappari es hoy el encargado de ir colocando en las pinzas del robot lo que su compañero necesite desde la consola. Entre los tres se turnan en cada operación para ir pasando por los distintos lugares de manera equitativa. Al comienzo de la cirugía se le realizan a la paciente cuatro incisiones de un centímetro donde se emplazan los trócares, una especie de tapones de apertura por donde van colocados los brazos del robot. Son metálicos, con una tecnología especial que evita dolores postoperatorios.

Hoy el que opera en consola es el jefe de Robótica. Un gran beneficio del Da Vinci es que el cirujano opera sentado y apoyado sobre la consola y evita las cinco horas de trabajo parado, que influyen en el rendimiento. Le brinda una ergonomía ideal que además extiende la vida útil de los cirujanos, ya que la consola anula todos los posibles temblores de la mano, que en el caso de las cirugías laparoscópicas se ven magnificados. David ve todo diez veces más grande y en 3D. Dice que es “como estar dentro del paciente”. Se acerca a la consola y se queda en medias, así descalzo es como siente mejor los pedales. Trabajará con manos y pies todo el tiempo.

Desde el fondo de la sala, empujados por la ingeniera técnica Marina Di Franco, hacen su entrada los brazos del Da Vinci. Un andar lento que busca precisión para posarse encima de los orificios del abdomen de la mujer, por donde ingresarán los brazos metálicos. Ella es la directora de la División Ingeniería de DeLeC Científica Argentina, la compañía que distribuye, entrena y brinda asesoramiento técnico en el país con la tecnología Da Vinci, y está en todas las operaciones robóticas en el Madariaga. “Somos nosotros tres y Marina, siempre”, dicen los cirujanos. Los martes participa de las intervenciones ginecológicas; los jueves, de las urológicas. Ella no se separa del Da Vinci. Le cambia sus instrumentos, vela por el correcto funcionamiento de un engranaje tan complejo como delicado.

Con nombre de artista

El robot, originario de California y creado por la firma Intuitive Surgical, adoptó el nombre del genio inventor italiano Leonardo Da Vinci y tuvo su debut en los Estados Unidos en el año 2000 con su primera cirugía de próstata. En la Argentina se presentó en 2005, en un congreso médico, y en 2008 llegó el primero al Hospital Italiano. Al Madariaga arribó en 2012.

En 2015 se realizaron en el mundo más de 600.000 intervenciones con esta tecnología en urología, ginecología, cirugía bariátrica, cabeza y cuello, pediátricas y cardiotorácicas, ente otras. Se estima que hay 3200 robots quirúrgicos en el mundo, más de 2400 de ellos en los Estados Unidos. Di Franco conoce como nadie al Da Vinci. “Tiene tres elementos. Una consola donde trabaja el cirujano, un carro quirúrgico (los brazos) y el carro de visión, que además de darle asistencia de imagen, es el centro de control del sistema. Es el corazón”, explica. Por lasvenas de los brazos robóticos corren cuerdas y poleas que danzan con precisión milimétrica. En los brazos se colocan los instrumentales que operan, que son una evolución de los instrumentos laparoscópicos cuyas puntas son rígidas. Este gran movimiento es lo que permite que la punta del instrumental pueda tomar curvas. Los pedales le permiten al cirujano un amplio movimiento con sus brazos, llegando a un giro y medio en 520 grados. Si el cirujano queda en una posición incómoda con los brazos del robot, puede pausar los instrumentos para volver a acomodar sus manos y obtener el movimiento y el alcance que desee.

Todo está listo y comienza un intercambio de voces que durará casi cinco horas. Apagan las luces del quirófano para que las pantallas sean las protagonistas. Trabajan todo el tiempo los tres a la vez en distintas cosas. Carmona sentado manipula el útero o se para esquivando cables y brazos del robot para llegar a una pantalla donde va marcando, con un lápiz óptico, las recomendaciones que tiene para su colega en la consola. Se aconsejan, chicanean, alientan, se retan.

-Yo no veo la vena ahí, eh -dice Rywaka.

-Seguí que es por ahí, a ver, Néstor, tenele esa grasa. Llevate ese paquetito, David.

-Ahora sí. Eso es ganglio, ¿no? Saco.

-Dale siempre hacia la arteria.

-Ok, acá está mi límite, ¿ves?

Se avanza lento. Las conversaciones se repiten en cada zona que se va tomando. Se cuida cada vaso capilar. Las pinzas del Da Vinci extraen tejidos con pequeños pellizcos que dibuja Rywaka con sus dedos a tres metros de la paciente. Luego de cortar, sella los tejidos sanos; se huele un leve olor a quemado. Se ve humo y algo de sangre. Tappari coloca una pequeña gasa en la extremidad del Da Vinci, la ingresa por el trocar y en la pantalla luce como un gran trapo de rejilla que se empapa de rojo.

-Che, hay mucha sangre ahí -dice Rywaka.

-Son dos gotas -responde Carmona. Y tiene razón. Toda la sangre que sacarán durante la intervención se contiene en dos gasas. Es una de las grandes ventajas para la paciente. Un sangrado mínimo que evita trasfusiones y que acelera el postoperatorio.

Pasadas tres horas de operación, llega el cambio de turno de las instrumentadoras quirúrgicas: ingresan y se ponen en tema enseguida. Chequean signos vitales de la paciente y asisten a los cirujanos. Carmona se queja porque nadie puso música. Aunque las luces siguen apagadas, está muy iluminado. El sol dio la vuelta al hospital y ahora su luz rebota contra la consola de Rywaka que pide cerrar las cortinas para poder visualizar mejor el monitor.

Pasadas las 16.15, hace más de quince minutos que intentan meter tejidos extraídos en una bolsita plástica que ingresaron con un brazo del robot, pero se zafa, se resbala. Rywaka no tiene buena visibilidad para avanzar y reitera pedidos para que despejen mejor la zona. Lo intentan, pero se ve mal. Levanta los brazos desde la consola y resopla.

-Néstor, agarrame bien la bolsa por favor, ahora entiendo por qué se queja tu mujer -bromea.

-No es tan flexible como la otra, a ver ahí, cerrala-, contesta Tappari y logra meter los tejidos en la bolsita, que retira muy despacio. Ingresa otro instrumento con el que tira aire y agua. Limpian y siguen.

-A ver, David, separá un poco más de ahí y venite para acá -dice Carmona y dibuja una línea en la pantalla.

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Han terminado con la extracción de ganglios y tejidos y sigue la histerectomía, que en menos de una hora estará terminada. Carmona explica todo lo que pasa, quiere que entendamos cada paso que están dando. Una vez removido, presenta al útero que en la pantalla lucía más grande que un puño, pero que ahora no es más grande que una nuez. Se aproxima el final, han pasado casi cinco horas. Rywaka termina de asegurar los tejidos con las indicaciones de Carmona, que no se despega del monitor hasta el último instante. La paciente está en buen estado, avisan las médicas. Ya es hora de despertarla.

Cansancio a la vista

Son las 17.30. Todos comienzan a abandonar sus lugares y a estirar sus cuerpos. Miran por primera vez en todo la tarde sus celulares. Suspiran, se relajan. Marina retira del centro de la escena al Da Vinci y comienza a desvestirlo. Con unas tijeras quita los plásticos de sus brazos y remueve sus instrumentos, deja a la vista el engranaje que posibilita esta danza potente pero sutil. Antes de dejar el quirófano, los cirujanos posan unos minutos ante la cámara. Lucen cansados. Rywaka, un tanto ofuscado por los contratiempos, conversa sobre la operación. Se cargan, un chiste, se ríen los tres.

La paciente es llevada a una sala para su recuperación. Rywaka se acerca a ella y le pregunta cómo está y si siente dolor. Somnolienta, pero recuperada, responde: “Nada de dolor”. El médico sale a hablar con los familiares, que esperan noticias hace algunas horas. La operación ha sido exitosa. Ahora seguirá el examen de todos los tejidos retirados.

Los tres cirujanos se despiden, dejando atrás el quirófano. Se encienden las luces y un nuevo equipo ingresa a higienizar la sala de operación. Queda un tacho lleno de guantes descartables, jeringas, cintas, plásticos y gasas. Di Franco empuja al Da Vinci (con sus cuatro brazos ahora encogidos, en reposo) hasta el fondo de la sala, donde esperará por su próxima función, el jueves, junto al equipo de urología.

Desde el bar del tercer piso se ve el atardecer dorado que pega en el río Paraná. Mañana, los doctores Rywaka, Tappari y Carmona comenzarán sus primeros turnos con pacientes a las 7. El movimiento antes ajetreado del hospital ahora comienza a aplacarse y ya casi no hay cola para conseguir agua para el mate.

Lejos de Misiones, a eso de las 17 de un miércoles y a menos de 22 horas de la operación, llega un mensaje del doctor Rywaka por WhatsApp: “La paciente ya está en su casa”.