El viernes tuve la posibilidad de conversar con 40 dueños, CEOS, gerentes de las pples. instituciones de salud privadas de Latam en el marco del evento anual Núcleo de Valor de la compañía Bionexo. Vimos obstáculos y amplificadores para innovar como organización con foco en los procesos y las personas. Gran desafío y gran experiencia, gracias Pablo Andrada por la confianza y la oportunidad.
Monthly Archives: September 2016
El efecto dominó: la adquisición de buenos hábitos puede generar una reacción en cadena
Luego de dormir ocho horas Laura se levantó energizada. Salió a correr, de regreso en casa preparó su desayuno favorito y sacó sus pendientes más complejos antes de las 11 de la mañana. Luego se dedicó a tareas más operativas y a resolver temas de la casa. Por la tarde trabajó un par de horas más y decidió leer por placer una hora antes de ir a buscar a sus hijos al colegio. La semana pasada, en cambio, la había arrancado distinta. El lunes durmió poco por un trabajo atrasado, se quedó dormida. No fue a correr porque se sentía físicamente agotada. Desayunó las galletitas que dejaron los chicos y no se movió de la silla por horas alienada por la cantidad de pendientes, aunque no logró resolver ni uno en su totalidad, su ansiedad la tuvo saltando de uno a otro hasta la cinco de la tarde con poca energía para el resto del día.
¿Les suena familiar? Muchos días suelen presentarse como una concatenación de actividades que dependen entre sí más de lo que creemos. James Clear, autor deChange Your Habits, the Science to Stick to Good Habits and Break Bad Ones, habla del efecto dominó. Para Clear, el movimiento de una pieza hace toda la diferencia de cómo se mueven las demás. Es bastante fácil encontrar este tipo de patrones en nuestra vida. En mi caso, las mañanas que salgo a correr almuerzo más liviano, o cuando ordeno mi habitación, por lo general tomo envión y sigo por alguna cajonera del baño o de la cocina. Pasa, ¿no?
Un estudio de la Universidad Northwestern de Ohio encontró que cuando las personas reducían su tiempo de ocio sedentario al día, también se reducía su ingesta de calorías. En el estudio no se les dijo a los participantes que coman menos, pero sus hábitos nutricionales mejoraron como un efecto colateral de ponerse en movimiento y abandonar el sofá. Un hábito generó el otro. El efecto dominó no sólo crea una cascada de nuevos hábitos, sino también un cambio en la propia percepción que tenemos de nosotros mismos. A medida que caen las piezas, una tras otra, vamos creyendo en nuevas características propias y creando hábitos que se basan en nuestra identidad.
Según BJ Fogg, especialista en cambio de comportamiento humano de la Universidad de Stanford, cuando nos comprometemos con una meta, por más pequeña que sea, tendemos a cumplirla porque la vemos alineada con “la persona que queremos ser” y la imagen que reflejamos. Pero atención, porque el efecto dominó se mantiene para los hábitos negativos. Los ejemplos son exactamente al revés como le pasó a Laura. No podemos nunca cambiar sólo un hábito para bien y para mal. “Nuestros comportamientos están siempre interconectados, cuando se cambia sólo uno, otros a su alrededor cambian a la vez”, dice Fogg.
Algunas ideas para tirar la primera pieza:
1. Empezar con una actividad que genere cierta motivación. Que sea algo pequeño y repetirlo consistentemente todos los días. No importa si es trascendental o mínimo. Puede ser mandar un mail importante, sacar la basura, arreglar el auto, 20 minutos de ejercicio, 10 de meditación, teñirse el pelo, llamar por teléfono a la mamá.
2. Mientras dura el envión de la primera actividad saltar rápidamente a la siguiente que genere motivación o esté en dirección a una meta. Repetirlas durante varios días, semanas.
3. Si la voluntad se empieza a quebrar, intentar partir la actividad en tareas menores.Chico y manejable debe ser el mantra para poder avanzar.
No hay que tirar las 28 piezas del dominó. El efecto dominó se trata del transitar y hacer evidente el progreso durante el proceso, y no en los resultados finales. Piensen en una sola pieza que el resto se caen solas.
Trampolines v. esponjas: la capacidad de escucha requiere participación con preguntas constructivas
Levante la mano el que se considere una persona que sabe escuchar a los demás. ¿Y el que cree que conduce su auto mejor que el promedio? Dicen los que estudian la economía del comportamiento que sobreestimamos nuestro modo de oír lo que los demás tienen para contarnos casi tanto como nuestra destreza detrás del volante. En ambos casos creemos que estamos por encima de la media. Hasta ahora, la mayoría de los consejos del mundo del management sobre las habilidades de escucha recomiendan no interrumpir mientras el otro expresa su idea, asentir con sonidos o expresiones faciales y parafrasear al que habla demostrando que se sigue su discurso. Sin embargo, nuevas investigaciones dejan a estos hábitos rengos ya que pocas veces describen a los verdaderos paladines de la escucha activa.
Jack Zenger y Joseph Folkman, CEO y presidente de la consultora Zenger Folkman dedicada al management, realizaron una investigación sobre la opinión de 3500 ejecutivos durante una capacitación en desarrollo de habilidades de coaching. Los asistentes eran evaluados por otros colegas en todos los aspectos que se necesitan para ser un buen coach, donde uno fundamental es saber escuchar. Del total se eligió al 5 por ciento señalado como los mejores en la escucha y se analizaron sus características.
Los hallazgos del estudio: una buena escucha es más que quedarse callado mientras el otro habla. Fueron mejor considerados los que hacían preguntas de una manera constructiva y disparaban nuevas ideas. Estos líderes promovían un diálogo de ida y vuelta, contra la tradicional idea del que habla versus el que escucha. La buena escucha incluye interacciones que construyen la autoestima del que recibe las preguntas, y genera una experiencia positiva de ambas partes. Se identificó como mejores “oyentes” a los que promovían una conversación cooperativa, y de “malos oyentes” a los competitivos, que buscaban errores y que aprovechaban silencios para preparar su respuesta.
Según Zenker y Folkman, en un ambiente de buena escucha hay lugar para el desacuerdo, pero el que habla siente que el que escucha está tratando de ayudar y no de ganar un argumento. Porque hace sugerencias y abre perspectivas a considerar, sin tratar de imponer pensamientos.
Amplificar a los demás. Los autores usan esta metáfora para contraponer tipos de receptores: esponjas versus trampolines. Como esponjas absorbemos lo que escuchamos, en silencio y soledad, lo que nos gusta y lo que no, y eso sólo nos “engorda” a nosotros. Como trampolines, somos plataformas en las que las ideas de los demás pueden saltar, balancearse, cambiar la perspectiva, tomar envión y enriquecerse. No todas las conversaciones requieren la misma atención y escucha. Los autores discriminan seis niveles: el primero, crear el ambiente para exponer ideas que presenten dificultades y temas complejos con libertad. Segundo, el que escucha elimina las distracciones externas para ponerse al servicio del que habla. Tercero, el que escucha se esfuerza por comprender la esencia del mensaje.
Luego proponen tres niveles de mayor profundidad. En el primero se observan y analizan las pistas del lenguaje no verbal del que habla, luego se busca empatizar con las emociones que transmite en su discurso sin juzgar y se ofrecen preguntas para clarificar y desafiar suposiciones de otros que den lugar a nuevas ideas, pero en ningún caso se intenta boicotear la conversación.
Me encantó la idea de ser un trampolín en la escucha para los demás. Dar energía, ser plataforma de lanzamiento para tomar impulso, ganar altura y ayudar a ampliar la mirada del otro antes de la zambullida.